Prometeo, titán hijo de Japeto y Climene, entró a hurtadillas en el
Olimpo, robó el fuego sagrado y se lo entregó a sus protegidos, los
hombres a los cuales ya les había enseñado a usarlo; Zeus, enfurecido al
ver como era traicionado, castigó a Prometeo, que fue encadenado a unas
rocas en el Caucaso, donde un águila iba y le comía el hígado, y al ser
inmortal, se regeneraba y se repetía la tortura cada día.